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martes, 24 de abril de 2012


                                        














 Emile Dubois (nacido en Étaples, Pas-de-Calais, 29 de abril de 1867 - Valparaíso, 26 de marzo de 1907), también conocido como Emilio Dubois, Emilio Morales o Emile Murraley fueron los alias del inmigrante francés Louis Amadeo Brihier Lacroix, hijo de José Brihier y María Lacroix.
Dubois se hizo famoso en Chile a comienzos del siglo XX al ser acusado y posteriormente condenado por asesinar, durante 1904 y 1906, a cuatro extranjeros que eran connotados hombres de sociedad. Estos eran Ernesto Lafontaine, comerciante francés; Gustavo Titius, empresario alemán; Isidoro Challe, comerciante francés; y Reinaldo Tillmans, comerciante inglés.1
Según los cronistas de esa época, las víctimas de Dubois eran usureros, por lo que el pueblo lo tildó en una especie de Robin Hood chileno, considerando los asesinatos como actos de justicia del proletariado contra la burguesía.1
Los hechos que le hicieron tristemente célebre tuvieron lugar en la ciudad de Valparaíso (salvo el primer asesinato, el del pagador Ernesto Lafontaine, que ocurrió en Santiago) y fue en esta misma ciudad donde Dubois fue capturado, juzgado y finalmente ejecutado por un pelotón de cuatro fusileros el día 26 de marzo de 1907.
La cultura popular desde entonces lo ha elevado al estatus de santo popular, transformándose su tumba, ubicada en el cementerio Playa Ancha de Valparaíso, en una venerada animita llena de innumerables placas de agradecimiento por favores concedidos.












Martin Busca ;Cuenta la leyenda que este hombre era paupérrimo y de un día para otro se convirtió en millonario. Había hecho un pacto con el diablo: fortuna a cambio de su alma una vez muerto, a penas su cuerpo tocara tierra.

Su mausoleo en el Cementerio Playa Ancha es abierto, hay que subir dos peldaños para entrar en él. Su ataúd es una gran caja de cemento levantada en el aire por cuatro patas de dragón (con seis dedos; el número del diablo). El piso tiene cuatro capas y su techo ovalado está pensado para resistir terremotos. Es decir, Martín Busca se las ingenió para que su cuerpo nunca tocara tierra. El hombre en vida fue un buen hombre, ayudó a quien pudo con su fortuna. Pero el mal rodea su sepulcro, en espera que algo pase y pueda llevárselo. Es por eso que quienes hacen brujería ocupan este lugar para conectarse con el diablo. Prueba de ello son las cruces y estrellas que dibujan sobre su ataúd, raspando el cemento con una moneda.